Lo
bautizamos el árbol de la vida, de sus ramas penden multitud de seres como si
de sutiles frutos se tratara, sus poderosas raíces alojadas en las entrañas
de la tierra conservan enérgico a este colosal habitante del bosque que tras el
paso del tiempo se perpetua firme entre sus hermanos menores y ha resultado el
elegido para albergar cantidad de habitantes similares en apariencia al ser
humano.
Podríamos sospechar
profetas, dioses, semidioses o simplemente existencias de tamaño reducido en
comparación, conocemos que poseen
emociones increíbles y se encuentran muy pero muy cercanos a nuestro creador,
al creador de todas las cosas.
Espacio de
desarrollo, aquí, con tan solo una pizca de allá y otra de más allá, también un poco de cielo y otro poco de tierra, tan
real como el mismo planeta, tan secreto como la naturaleza misma.
Observen
con detenimiento, amplíen la fotografía, si se demora valdrá la pena la espera,
algunos los verán señalados otros invitan a descubrirlos, apreciaran un espectáculo hasta ahora contenido
en la intimidad de nuestra madre naturaleza.
Buena vida
Pablo y Ana
Borsani