Espíritus del bosque

Así es la vida, hoy queremos presentarla, coexista evidente o de manera impalpable, siempre presente.

Hay existencias que escapan a nuestra percepción, no por ello son  menos reales.

Es imperioso comenzar a distinguir un poco más allá, observar  internamente, no permitir que el envoltorio nos confunda, en la intimidad se encuentra el núcleo, solo basta con descorrer el velo para comprender que existe el asombro.

En imagen un árbol al que la impiadosa sierra desmembró, su espíritu se descubre inmediato a nosotros, la humedad empaña la visión, las reflexiones se tornan en reciproco abrazo, apretón espiritual que invita  al perdón para aquellos que no saben lo que hacen. Pon amor a tu vida y abrirás una puerta que jamás querrás cerrar

Se perdona mientras se ama. - François de La Rochefoucauld (1613-1680) Escritor francés.

Buena vida

Pablo y Ana Borsani

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De espíritu maternal

Ya conocen sobre piñas de pino, entendemos que lo más significativo son los rostros espirituales que poseen,  perfiles que ya han observado en fotografías anteriormente publicadas.
Queremos sumar otra bondad casi ignorada de las piñas,  se trata de la predicción del estado del tiempo, conocimiento que nos proporcionan de la siguiente manera, En tiempo seco, las escamas de la piña se abren, cuando se cierran, es señal de que va a llover.  Existen diversos pensamientos sobre el porqué de este evento, el más conocido es que se debe a que en tiempo seco las escamas se ponen rígidas y cuando el aire está húmedo, absorben humedad y se vuelven flexibles de nuevo, permitiendo a la piña cobrar su forma natural.
Para muchos una novedad, no obstante desacordamos sobre el porqué de esta ocurrencia. Entendemos que es tan solo un acto que realiza ante una eventualidad climática, de permanecer abierta sus simientes humedecerían influyendo en la fecundidad de los mismos. Así como una madre preserva a su retoño, la piña “madre” utiliza mecanismos para nosotros insospechados que le son proporcionados por la sabia naturaleza.
Buena vida
Pablo y Ana Borsani