Transitando el bosque tropezamos con una bella
personita, con suma destreza ejercitaba sus cabriolas, ubicada
en lo alto del anciano eucaliptus componía
actos de acrobacia en tela, claro está que realizaba el entrenamiento muy lejos
de adivinar la cantidad de espectadores que seguían sus gráciles movimientos,
entre ellos y destacado en la fotografía el simpático duende que ocupa desde
años atrás el añoso árbol.
Para vos: nunca olvides que se pueden cambiar las cosas con solo
creer que son distintas, “solo cree”.
Buena vida
Pablo y Ana
Borsani
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