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domingo, 7 de diciembre de 2014

De origen sutil

Nombramos el más allá como algo distante y superior, no adivinamos nuestra verdadera historia de vida, no presentimos que de allá venimos, que ciertamente es la plataforma de nuestra existencia, que desde allí parte nuestra evolución, que somos seres perdurables. Si bien opinamos que lo que llamamos muerte es el final, se trata solo de etapas, nacer vivir, procrear y retornar al punto de partida, la esencia y la carga de conocimiento nos acompaña.
Es evidente que en este momento nosotros existimos más allá, porque disponemos de capacidad superior para desenvolvernos, montamos un cuerpo versátil, organismo codiciado por quienes aun se desarrollan en el éter, estación que correspondería apreciar en magnitud y por la que desde allá, como crecidos expertos demuestran apetencia.
Los seres sutiles logran su alimento mediante la energía que obtienen de la actividad solar como su más significativa fuente, energía que riega el aire.  En forma constante la actividad solar envía partículas de carga magnética hacia la atmosfera la que es beneficiosa para la vida toda e imprescindible para los seres místicos, como el magnetismo no es constante, posee altibajos, en días de alta actividad solar se observaran más expeditamente.
Buena vida
Pablo y Ana Borsani

martes, 22 de julio de 2014

La unica semilla

Muerte, nos referimos a la ocasionada por terceras personas,  supone un castigo, siendo tan solo un acto anticipado de igual final,  etapa que no debemos apresurar porque nuestro destino es parte del orden de las cosas, hijos, hermanos, padres, tíos, abuelos, todo encerrado en un único individuo, tantísimos títulos para un solo participante. Todos los guerreros  armonizados por un solo vínculo, haber nacido de esa magnífica semilla que algún día germino dando inicio a este animal humano que hoy supone reinar en el planeta a costa de la sangre de su sangre.
Encontramos una historia que nos gustaría conocieran, tropezamos con ella en la web y sin importar su  autenticidad la presentamos porque nos parece perfecta para graficar la realidad que queremos revelar, su titulo “Una Historia Notable”:
Un día, en Santa Bárbara, California, un hombre llamado Roberts fue a ver a un clarividente que es también conferenciante teosófico y le pidió ayuda para un caso muy intrincado. Mr. Roberts se encontraba paseando por la calle el día anterior cuando una nena de unos tres años se abrazó a él llamándolo papá. Mr. Roberts se indignó, creyendo que alguien trataba de atribuirle la paternidad de la nena a él, Pero la madre de ésta, que vino rápidamente, se extrañó tanto como Mr. Roberts y trató de llevársela. La nena, sin embargo, insistía en ir con Mr. Roberts, diciendo que era su padre. Debido a las circunstancias que se mencionarán más tarde, Mr. Roberts no pudo quitarse esa
escena de la cabeza y fue en busca del clarividente, en cuya compañía fue a casa de los padres de la niña. Esta, al verlo corrió nuevamente hacia él volviendo a llamarlo papá. El clarividente, que llamaremos X, tomó primeramente a la niña y la llevó junto a la ventana para notar si el iris de su pupila se distendía o contraía conforme la retiraba o acercaba a la luz, con objeto de comprobar si alguna otra entidad que no fuera su propio poseedor estaba en posesión del cuerpo de la nena, puesto que el ojo es la ventana del alma y ninguna entidad "posesora" puede dominar esa parte del cuerpo. Mr. X comprobó que la nena era normal y en seguida procedió a hacer preguntas a la pequeña, cuidadosamente. Después de un paciente trabajo efectuado con intermitencias durante la tarde, para no fatigar a la niña, contestó esta lo siguiente:
Ella había vivido con su papá Mr. Roberts, y otra mamá en una casita solitaria, desde la que no se veía ninguna otra casa; próxima a ella había un arroyuelo en cuyas orillas crecían algunas flores (la nena corrió afuera entonces y volvió con algunas espigas de sauce americano-) y que había una tabla sobre el arroyo, y le habían ordenado que no la cruzara de miedo a que se cayera. Un día su papá las abandonó a ella y a su madre y no volvió más. Cuando se les acabaron los alimentos su mamá se acostó enferma. Y después agregó: "Yo también morí, pero no morí, puesto que vine aquí".
Entonces Mr. Roberts contó su historia. Dieciocho años antes vivía en Londres, donde su padre era cervecero. Se enamoró de la joven sirvienta. Y su padre se opuso, pero él se escapó con ella a Australia, después de haberse casado. Allí se fueron al bosque y construyeron una pequeña granja, edificando una casita junto al arroyo, exactamente como decía la niña. Tuvieron allí una hija y cuando ésta tendría unos dos años él dejó la casa y fue a alguna distancia de ella; en ese entonces un hombre armado de un rifle corrió hacia él diciéndole que quedaba arrestado en nombre de la ley por un robo cometido la noche en que Mr. Roberts dejó a Inglaterra. El oficial había seguido sus huellas hasta allí creyéndolo criminal. Mr. Roberts pidió que se le permitiera ir antes a ver a su mujer y a su hijita, pero creyendo el oficial que ese ruego era una astucia para hacerlo caer en manos de los confederados, rehusó y lo obligó a dirigirse hacia la costa. De allí se le envió a Inglaterra y sometido a prueba comprobó su inocencia.
Antes de que las autoridades hicieran caso de sus constantes ruegos para que fuera a buscar a su esposa e hija, tuvo que pasar algún tiempo allí. Posteriormente se envió una expedición en su busca, la que no encontró más que los esqueletos de ambas. El padre de Mr. Roberts había muerto en el ínterin y aunque había desheredado de aquel, sus hermanos dividieron su herencia con él y éste volvió a América muy descorazonado.
Mr. Roberts proporcionó entonces algunas fotografías de su esposa e hija, las que por consejo de Mr. X fueron mezcladas con cierto número de otros retratos y mostrados todos a la nena, la que sin vacilar señaló las fotografías de sus antiguos padres, aunque éstas diferían mucho del aspecto actual de Mr. Roberts.

Atrocidades  acontecen entre la raza humana, gente enfrentada a la gente, seres que se desafían por diferentes razones con un solo fin, avidez, deponiendo valores más elevados tales como el trato fraterno.
Pablo y Ana Borsani