Nos
trae a la memoria aquel célebre cuento intitulado “Los viajes de Gulliver” de
Jonathan Swift, en donde Gulliver era el médico de a bordo del barco mercante
Antílope, el que después de muchos meses de navegar, se acercó a las costas de
una tierra desconocida. De pronto estalló una terrible tormenta y el viento
arrojó al Antílope contra las rocas, inmediatamente el barco se partió en dos,
antes de que se hundiera, los tripulantes aterrados, se tiraron por la borda,
pero sólo Gulliver consiguió nadar a través del furioso oleaje y llegar a
tierra sano y salvo, los otros marineros
no tuvieron igual suerte.
Una vez
fuera del agua, Gulliver se arrastró por la playa completamente
agotado, quedando sumido en un profundo sueño. Al despertar, sin idea de cuánto
tiempo había estado durmiendo noto el sol brillando intensamente, soltó un
gemido e intentó estirarse, pero comprobó horrorizado que no podía moverse.
¡Tenía los brazos, las piernas y la espesa cabellera firmemente sujetos al
suelo!. Entonces
sintió que algo le subía por la pierna, levantó la cabeza cuanto pudo y vio a
un diminuto personaje, no mayor que su dedo meñique caminando sobre su pecho, luego vio con asombro que al menos otros cuarenta hombrecillos trepaban por
todo el cuerpo.
Si bien el
cuento continua lo importante es que ahora ya sabemos que no es imposible
toparse con hombrecillos diminutos, de hecho en este preciso instante muy
cercanos estarán, solo es imperioso verlos, y para ello que mejor que comenzar con
fotografías, las que son fiel testigo de su existencia.
La juventud
no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu. (Mateo Alemán
(1547-1613) Novelista español.)
Buena vida
Pablo y Ana
Borsani