Es claro que para distinguir ciertas cosas, muchas de las cuales escapan a la mirada, estamos dotados de otros sentidos, varios adormecidos por la falta de acción, por este hecho y previo al rechazo cabe reflexionar.
Es evidente
que las cámaras retratan aquello que se sitúa al alcance de su objetivo, por
ende debemos suponer que es nuestro cerebro el responsable y no la visión culpable
de ocultar parte del paisaje. Ver para creer y porque no creer para ver, cuanto
más es la desconfianza menor la agudeza, somos más, basta darse cuenta.
Buena vida
Pablo y Ana
Borsani